viernes, 13 de agosto de 2010

La Vida Secreta de los Profesores Vol. VIII

José Ferrer

Extravagante pero simpático profesor de lengua castellana, de complexión corporal notable, en una avanzada fase de alopecia y provisto de una curiosa perilla que abarca también el bigote; hace años trabajó en el Instituto, del que se fue para regresar de nuevo el curso 2006-07.

¿Qué se fue a hacer? ¿Por qué volvió? ¿Acaso hizo algo ilícito?

Aquí estamos para averiguarlo, o como mínimo, inventárnoslo.

Natural de Castilla, de joven se aficionó a la literatura gracias a su primer desengaño amoroso.
A sus recién cumplidos doce años se enamoró de una chica mayor que él, unos diez años más.
Frecuentaba el parque al que él acudía cada tarde tras las clases para jugar a pelota con sus compañeros. Se pasaba horas inmersa en la lectura de unos libros que José desconocía hasta que un día, tras varias semanas observándola intrigado, se atrevió a preguntarle porqué iba siempre ahí a leer y qué era era lo que leía. Ella, entusiasmada, se entregó a la complicada tarea de instruir a un chico de doce años acerca del mundo de la literatura y de esa forma, cada tarde tras las clases, José iba al encuentro de Eponine en el parque del pueblo.

Pasaron meses y llegó el fatídico día. Ella volvía con su familia a París dejando en España su adorada primera edición de Lés Misérables de Víctor Hugo y un corazón destrozado.

José creció enamorado. Mientras sus amigos descubrían el calor, la dulzura, el cariño femenino, él pasaba sus noches y sus días leyendo y estudiando francés. Soñaba con viajar a Francia. Visitar París. Reencontrar a Eponine.

Años más tarde cumplió su deseo y emprendió el viaje hacia Francia con la esperanza de recuperar a Eponine. Aparentemente no tuvo dificultades para encontrar la residencia de su amada ya que estaba inscrita en una de las páginas del libro que ella le regaló, pero lo que él no sabía era que aquella dirección era del novio de Eponine, Màrius.
Llegó a la puerta, se aproximó a ella para intentar discernir voces y finalmente, llamó al timbre. Nadie contestó. Volvió a intentarlo. Obtuvo el mismo resultado.
Decidió comprobar que la puerta estaba cerrada y se encontró con que estaba abierta. Entró, inspeccionó, oyó ruidos en el piso de arriba, subió y...allí estaba ella.

Acompañada por él...

José no lo pudo entender. Agarró una silla y comenzó a golpearlos mientras gritaba: ¡Mentira!
Hasta que mató a Màrius. Ella comenzó a llorar, le abrazó y José, asustado y frustrado, se fue de aquella casa donde había presenciado como las esperanzas de pasar su vida con la mujer que amaba se desvanecían.

Nunca más volvió a saber de ella.

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